Desde el comienzo de la creación de esta pagina web, compartíamos información de puro Culiacán, pero en este día pensamos que hay mucho que mostrar en nuestro bello estado de Sinaloa, por lo que ahora en una sección denominada Nuestro Sinaloa, estaremos presentando información, anécdotas, fotos alusivo al mismo. Este es nuestro primer blog, donde Samuel Ojeda nos comparte lo siguiente

Mazatlán, Sinaloa.- Hoy en éste día, nos cuenta Samuel Octavio Ojeda Gastélum, recordando tiempo atrás que el área de playa favorita en Mazatlán es Olas Altas. Un gusto compartido por muchos pobladores y visitantes de hoy y de ayer. Para mediados del siglo XIX, no era solamente donde vivían personas con cierta capacidad económica; era, donde desinhibidos bañistas lucían su “traje de Adán”, así mismo, junto a la plazuela Hidalgo, era el lugar preferido para “tejer” idilios.
También se convirtió en un lugar de fiesta pública. Apenas concluida la ocupación francesa, para conmemorar el triunfo nacional en la batalla del 5 de Mayo de 1862, se organizó una fiesta local a lo largo de la bahía de Olas Altas. Con el tiempo se le denominaría “Fiestas de Mayo de Olas Altas”.
El día 5 se leían discursos patrióticos, pero la celebración se extendía durante todo el mes, con gran concurrencia local y foránea. Asistían “Desde el más frío hombre de negocios hasta la más púdica niña”.
Año con año, la bahía de Olas Altas se llenaba de carpas que ofrecían comida y todo tipo de productos, amenizado por el ruido de las olas y la música de orquestas. Por la noche, resaltaba la iluminación por medio de candiles de gas. Los juegos pirotécnicos en el cielo, hacían ver a un Mazatlán lleno de regocijo. En contraparte, los juegos de azar brindaban “fuertes emociones” que mezcladas con el licor, generaban verdaderos desórdenes.
Para la última década del XIX, en esta ya tradicional festividad “la juventud concurre todas las noches al volantín y se entregan al inocente placer de voltear a ver, sin descanso, a las señoritas, como pasan en confuso torbellino, mientras Enrique Navarro arranca a las cuerdas de su violín las más dulces armonías.”
“Otros asistentes invaden las carpas, rodean las mesas cubiertas de excelentes ostiones frescos, de pavo relleno, de bacalao a la vizcaína, etcétera, y comen por los que voltean, por los que juegan y hasta por los que ni voltean ni juegan”.
Todo Mazatlán se daba cita en el Paseo de Olas Altas. Y, aunque para algunos en esas fiestas “un sin fin de jóvenes pierden su carrera por tahures, ebrios y escandalosos”, para otros como Amado Nervo “nada hay más hermoso que un gallo a la luz de la luna y a la orilla del mar”. Recomendaba, para un domingo: “a las seis, serenata en Olas Altas, un cacho de conversación con la novia; después, un helado para mitigar el fuego del amor; a las ocho, cena en una carpa, después sigue de paseo y a las doce, el lecho y el sueño. ¡Sublime!”
Son recuerdos del Mazatlán del ayer, donde en Olas Altas se daba rienda suelta al gozo, la dicha y las ilusiones. Tradición festiva que el tiempo borró.